Una vez más la noche se hizo y no llegué a la meta con el sol. La I edición del Challange Madrid, aunque la segunda puesta en escena de este triatlón de larga distancia que terminaba en km0, siguió siendo tan exigente como la primera vez que disputé esta prueba.
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En esta ocasión, me había centrado en preparar la bici. Incluyendo sesiones de rodillo y salidas a los tres puertos de la competición, reconociendo puntos fuertes. Es cierto que esta vez contaba con que conocía el último tramo de 80 km, donde reservé un poco las piernas para la maratón, sin tener muchas exigencias.
Pero un pinchazo inesperado y un corte de bici un poco exigente, me hicieron hacer un sobre esfuerzo con el que no contaba y esto me dejó tocado para la carrera a pie.
Se me olvidó hablar sobre la natación, donde no tuve problemas y salí en los tiempos que estoy acostumbrado. Cogí una buena estela de un compañero y no me desvié demasiado de la ruta.
La subida por la cuesta de La Vega y la calle Mayor no tenía ningún desperdicio. La gente empujando en los últimos kilómetros, gritando tu nombre. Fue realmente muy emocionante. Y al fin podía ver el arco de meta. Me puse las manos en la cabeza de ver que había sido capaz de poder levantarme de las cenizas.
Y aquí tengo que hacer un punto y aparte, porque tengo que agradecer la presencia, los gritos de ánimos que me empujaron a seguir y no desistir, cada abrazo, cada palmada, ... Todo eso fue lo que me hizo seguir adelante. Porque durante la primera vuelta de carrera pensé seriamente retirarme de la prueba.
No me puedo olvidar de Carlos Ramírez, que completaba su 82º Ironman y de mi tío Jaime Gómez que volvía a la competición después de su incursión en tierras inglesas.
Todos coincidíamos en que km 0 tiene unos parajes preciosos pero es para no hacerlo más.
Ahora, con la vista puesta en el maratón de Valencia y con ganas de resarcirme.
Saludos para todos.
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